Meg Van Dyke, que dirige una empresa de planificación de bodas en Pittsburgh, pasó una noche reciente llamando frenéticamente a fotógrafos para una boda en mayo de 2022. Los ocho que se ajustaban a los criterios de su pareja estaban completos.

“Nunca había tenido problemas para encontrar proveedores”, dijo. “Está absolutamente en auge”.

Las bodas están volviendo a rugir después de una caída inducida por la pandemia, lo que ha provocado que se agoten los lugares de celebración, la escasez de fotógrafos y el aumento de los precios de las cenas con servicio de catering. El repunte de la demanda supone un impulso adicional al gasto de la economía estadounidense.

La carrera hacia el altar es un desquite tras un año perdido de ceremonias. Mientras los cierres se extendían por todo el país, las bodas se ralentizaron bruscamente al inicio de la pandemia. Shane McMurray, fundador de The Wedding Report, calcula que el año pasado se celebraron 1.3 millones de matrimonios en Estados Unidos, frente a los 2.1 millones habituales. A menudo se trataba de “microbodas”, según los conocedores del sector, con apenas un puñado de invitados, si es que había alguno.

La situación está cambiando bruscamente. Las bodas no han vuelto a la normalidad en 2021, pero se están recuperando rápidamente, y el Sr. McMurray prevé que el próximo año alcanzarán el nivel más alto desde la década de 1980, ya que las parejas comprometidas que han esperado una pandemia mundial finalmente se casarán.