En el momento álgido de la pandemia, los médicos y las enfermeras se esforzaron furiosamente por protegerse con batas y mascarillas y se apresuraron a salvar las vidas de los pacientes graves de Covid-19 con respiradores.

Pero estos esfuerzos, entre otras medidas para salvar vidas, tuvieron un efecto secundario: las infecciones resistentes a los medicamentos han aumentado en los hospitales.

Este hecho, del que informaron los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, se produjo en parte porque las bacterias resistentes a los medicamentos prosperaron en los equipos de protección reutilizados, las vías intravenosas y los equipos médicos como los respiradores.

En los últimos años, las infecciones resistentes a los medicamentos se han convertido en un problema persistente, a veces mortal. La amenaza ha crecido a medida que varios gérmenes -sobre todo bacterias y hongos- han mutado y han desarrollado defensas que les permiten resistir a los medicamentos y prosperar; los gérmenes se ceban en particular con los pacientes de edad avanzada y los inmunodeprimidos, limitando las opciones de medicamentos para contrarrestar las infecciones o, en casos extremos, dejando sin tratamientos eficaces.