La jueza del Tribunal Supremo Amy Coney Barrett quiere que la gente sepa que ella y sus colegas no son “partidistas”, en medio de un estrecho escrutinio público de la política del máximo tribunal. En un discurso en la Universidad de Louisville, la jueza conservadora dijo a los oyentes que el tribunal se define por “filosofías judiciales” y no por opiniones personales o partidos políticos.

“No es mi trabajo decidir los casos en función del resultado que yo quiera”, dijo, apenas unas semanas después de una serie de decisiones controvertidas del tribunal, entre ellas la de permitir que siga en vigor una ley de Texas que prohíbe los abortos después de unas seis semanas. Sin embargo, algunos de los defensores más acérrimos de Barrett esperaban otra cosa; durante las audiencias de confirmación del año pasado, el entonces presidente del Comité Judicial del Senado, Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, se alegró: “Es la primera vez en la historia de Estados Unidos que nominamos a una mujer que es descaradamente pro-vida y que abraza su fe sin disculparse”.