Hace menos de tres años, el líder de Australia dijo que su país no necesitaba elegir entre Estados Unidos y China. El acuerdo sobre los submarinos nucleares demuestra que mucho ha cambiado desde entonces.
Cuando Scott Morrison se convirtió en primer ministro de Australia hace tres años, insistió en que el país podía mantener estrechos lazos con China, su mayor socio comercial, al tiempo que trabajaba con Estados Unidos, su principal aliado en materia de seguridad.
“Australia no tiene que elegir”, dijo en uno de sus primeros discursos sobre política exterior.
Tras años de fuerte deterioro de las relaciones con Pekín, Australia anunció un nuevo acuerdo de defensa en el que Estados Unidos y Gran Bretaña le ayudarían a desplegar submarinos de propulsión nuclear, lo que supone un gran avance en la fuerza militar australiana.
Con su decisión de adquirir armamento pesado y tecnología de alto secreto, Australia se ha unido a Estados Unidos para las próximas generaciones, una “asociación para siempre”, en palabras del Sr. Morrison. El acuerdo abrirá el camino a unos lazos militares más profundos y a unas mayores expectativas de que Australia se sume a cualquier conflicto militar contra Pekín.
Es una gran apuesta estratégica para que Estados Unidos prevalezca en su competencia de grandes potencias con China y siga siendo una fuerza dominante y estabilizadora en el Pacífico, aunque los costos aumenten.