Solos en la muerte

Solos en la muerte

Decenas de miles de personas mueren cada año en Estados Unidos y nadie reclama sus cuerpos.

A treinta kilómetros de Phoenix, en un cementerio desolado, un director de funeraria abrió la puerta de un auto negro, polvoriento por la suciedad del desierto. Sacó los restos de Marjorie Anderson, sus cenizas estaban dentro de una urna de plástico transportada en una caja de cartón de Costco.

Un capellán episcopal y algunos trabajadores del condado estaban presentes para su entierro, pero no había nadie que conociera a Anderson, de 51 años y madre de dos hijos. Su urna tenía el mismo aspecto que otras 13 colocadas junto al borde de una zanja recién excavada.

Tom Chapman, el capellán, llevaba un sombrero de ala ancha para dar sombra en la extensión sin árboles y rezó. Pronunció el nombre de Anderson y el de otras cinco mujeres y ocho hombres. Ninguno de ellos tenía un pariente o amigo que lo acompañara en ese momento final.

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