El lunes finalizó el plazo de vacunación para los trabajadores sanitarios del Estado de Nueva York y miles de personas se han negado a cumplirlo.

Deborah Conrad, asistente médico en el oeste de Nueva York, y Simmone Leslie, operadora de un hospital en Queens, han trabajado largas y arriesgadas horas durante la pandemia. Pero ahora, ambas están dispuestas a perder sus puestos de trabajo antes que cumplir con el plazo estatal del lunes para que los trabajadores sanitarios se vacunen.

Al desafiar la orden, se resisten a una medida que, según los expertos en salud pública, es fundamental para salvar vidas y poner fin a la pandemia. Aunque cada uno de ellos cita diferentes razones para sus decisiones -la Sra. Leslie dijo que su empleador rechazó su solicitud de exención médica; la Sra. Conrad se refirió a los efectos secundarios de la vacuna que dijo haber visto, pero que se alejan del consenso científico- su oposición encarna un enigma al que se enfrenta Nueva York.

Los expertos han calificado el mandato como una forma clara de que los trabajadores sanitarios eviten la propagación de nuevas oleadas del virus y de persuadir a los escépticos para que se vacunen. Y los sistemas sanitarios dicen que el plan es crucial para mantener a los pacientes y al personal seguros.