Todos hemos vivido experiencias donde confundimos o confunden nuestro nombre con el de otro ser querido.

Según Juan Moisés de la Serna, doctor en Psicología y Neurociencias, este fenómeno no es extraño ya que «El cerebro está continuamente

equivocándose al seleccionar la información o al recuperar unas huellas de memoria y no otras. Lo que ocurre es que suele pasar desapercibido”.

Las confusiones más frecuentes con los nombres ocurren en el hogar, especialmente las madres suelen confundir los nombres de sus hijos.

El neurólogo Marcelo Berthier dice:

«Utilizamos el hemisferio cerebral derecho para reconocer las caras familiares, mientras que empleamos el izquierdo para los nombres propios. Así, cada vez que nombramos a alguien, realizamos un proceso de integración entre ambas funciones”.

«Cuando queremos mencionar a alguien, activamos el nombre de esa persona y también los nombres ‘vecinos’, es decir, todos aquellos que están relacionados semántica o fonológicamente entre sí”.

Nuestro cerebro utiliza especies de “carpetas” donde almacena información por categorías de acuerdo con la relevancia emocional, la utilidad o la proximidad.

Cuando vamos a nombrar a un ser querido no solo acudimos a la red semántica o fonológica, sino también a las emociones. Si alguna vez se te sale el nombre de tu ex, es probable que todavía no lo hayas olvidado.

Así que no te ofendas con el “misnaming” (confusión de nombres”, es algo relativamente normal.