Al menos una vez a la semana, un equipo de los principales asesores del presidente Biden se reúne para abordar la crisis de la cadena de suministro del país. Discuten formas de aliviar los retrasos en los puertos de Estados Unidos, aumentar la producción de semiconductores para los fabricantes de automóviles en dificultades y engrosar las filas de los conductores de camiones de Estados Unidos.

Las conversaciones tienen un único objetivo: frenar la aceleración del aumento de los precios, que está afectando a la recuperación económica, inquietando a los consumidores estadounidenses y mermando la popularidad del Sr. Biden.

El aumento de la inflación está suponiendo un nuevo reto para Biden, que durante meses insistió en que el aumento de los precios era temporal por la recesión pandémica y que desaparecería rápidamente. En cambio, el presidente y sus colaboradores se preparan ahora para que la alta inflación persista hasta el próximo año, y los estadounidenses sigan viendo aumentos más rápidos -y sostenidos- en los precios de los alimentos, la gasolina y otros bienes de consumo que en cualquier otro momento de este siglo.

Esta realidad ha complicado el impulso del Sr. Biden a la legislación de gran alcance para impulsar a los trabajadores, ampliar el acceso a la educación y luchar contra la pobreza y el cambio climático. Además, está afectando a los índices de aprobación del presidente, lo que podría amenazar el ya tenue control de los demócratas en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato de 2022.