Cuando estamos en el rol de padres sabemos que debemos buscar el equilibrio para educar a nuestros hijos correctamente y se conviertan en personas responsables, independientes y felices.
Desde que nacen hasta que son independientes vivimos pendientes que no les falte nada, de jugar, compartir, educar, supervisar y hasta regañarlos cuando hacen algo incorrecto. Ese es nuestra responsabilidad como padres.
A medida que pasa el tiempo y nuestros padres se hacen mayores, nos convertimos en los hijos que empiezan a actuar como los papás de nuestros papás; comenzamos a llamarles la atención y decirles frases como: “Déjame, yo lo hago”, “Por que no has hecho aquello”, “No sabes hacerlo bien, déjamelo a mí”, “es muy difícil que me entiendas”, etc.
Notamos que los papeles se están invirtiendo y ellos también se dan cuenta. Algunas veces, los padres se deprimen porque se empiezan a sentir viejos y torpes y que sus hijos tienen que hacerles las cosas. Pero no necesariamente es así, ya que como hijos debemos darles ánimo y explicarles que no los estamos anulando, sino que somos su mano derecha y podemos formar un equipo.
Nunca debemos olvidar que los padres son esos seres que nos dieron la vida, se esforzaron por nosotros y de ellos aprendimos muchas cosas, por lo que debemos amarlos, honrarlos y valorarlos.