Hace tres décadas, los astrónomos comenzaron a planificar el observatorio espacial más ambicioso y complejo jamás construido. El resultado es el telescopio espacial James Webb de la NASA, que pronto se lanzará para descubrir fenómenos cósmicos nunca vistos.
Se espera que Webb redefina la astronomía al observar las galaxias desconocidas más lejanas, las atmósferas de planetas distantes y las regiones de formación estelar cubiertas de polvo. Esto transformaría nuestra comprensión del cosmos en los últimos años.
De este modo, el telescopio espacial revelará aspectos del universo hasta ahora ocultos. Sin embargo, si algo saliera mal, sería un gran revés porque este instrumento es el más caro de la historia. El telescopio tardó décadas en desarrollarse y costó más de 10.000 millones de dólares, a lo que se sumaron frecuentes retrasos que mermaron una y otra vez el presupuesto destinado a la astrofísica.
Además, el telescopio se vio envuelto en una polémica sobre si debía seguir llevando el nombre de James Webb, que dirigía la NASA en los años 60, cuando un empleado de la NASA fue despedido por ser sospechoso de ser gay. Webb dirigía el lugar bajo el ideal de que erradicaba y despedía a las perosnas por su orientación sexual.