El gobierno de Biden y sus aliados están preparando un conjunto de sanciones financieras, tecnológicas y militares contra Rusia que, según dicen, entrarían en vigor en cuestión de horas si se produjera una invasión de Ucrania, con la esperanza de dejar claro al presidente Vladimir V. Putin el alto coste que pagaría si envía tropas al otro lado de la frontera.
Los planes que Estados Unidos ha discutido con sus aliados en los últimos días incluyen la exclusión de las principales instituciones financieras rusas de las transacciones mundiales, la imposición de un embargo sobre la tecnología fabricada o diseñada en Estados Unidos necesaria para las industrias de defensa y de consumo, y el armamento de los insurgentes en Ucrania que llevarían a cabo lo que equivaldría a una guerra de guerrillas contra una ocupación militar rusa, si se llega a eso.
Tales movimientos rara vez se telegrafían por adelantado. Pero con las negociaciones que se avecinan -y el destino de las fronteras de Europa después de la Guerra Fría y la presencia militar de la OTAN en el continente en juego- los asesores del presidente Biden dicen que están tratando de señalar al Sr. Putin exactamente a qué se enfrentaría, en casa y en el extranjero, con la esperanza de influir en sus decisiones en las próximas semanas.