En primer lugar, la atención médica en Estados Unidos está notoriamente fragmentada. No existe un sistema de registro centralizado, como en Taiwán, ni un sistema de seguro universal, como en Canadá y Escandinavia, para recordar a la gente que debe vacunarse de nuevo. Muchos estadounidenses tampoco tienen un punto de contacto regular para su atención sanitaria.

En consecuencia, la atención preventiva -como la vacuna de refuerzo- suele quedar relegada a un segundo plano.

El segundo problema es uno que también ha afectado a otros aspectos de la respuesta de EE.UU. a Covid: Los funcionarios de salud del gobierno, así como algunos expertos, luchan por comunicarse eficazmente con los cientos de millones de personas los cuales no son expertos en salud.

Hablan en el lenguaje del mundo académico, sin reconocer que eso confunde a la gente. En lugar de explicar con claridad el panorama general, hacen hincapié en pequeñas cantidades de incertidumbre que son importantes para la investigación científica pero que pueden ser contraproducentes durante una emergencia mundial.