Este término usado durante la Guerra Fría para una soberanía sofocada ha ganado atención como una posible solución al enfrentamiento con Rusia. Pero la nación a la que da nombre prefiere olvidarse de ello.
Durante décadas, Finlandia sobrevivió como una democracia independiente y desocupada a la sombra de la Unión Soviética, cediendo al Kremlin una gran influencia sobre su política y manteniéndose en una delicada neutralidad durante la Guerra Fría.
Ese modelo -conocido en los círculos diplomáticos como finlandización- se invoca ahora como una posible solución al enfrentamiento sobre Ucrania, una idea que neutralizaría efectivamente su soberanía y posiblemente permitiría a Rusia una nueva esfera de influencia para una nueva era.
Pero para los finlandeses, y mucho menos para los ucranianos, no es una idea que se ponga a la ligera sobre la mesa de negociaciones, pues huele al tipo de política imperial del Viejo Mundo que en su día redujo a las naciones más pequeñas del continente a peones en un juego sobre el que no tenían ningún control.