Manifestantes ponen patas arriba una capital tranquila: “Esta no es mi ciudad”

Manifestantes ponen patas arriba una capital tranquila: “Esta no es mi ciudad”

Ottawa, la ciudad más importante de Canadá se ha visto atrapada en una fiesta interminable.

Camiones gigantescos se esparcen por las calles del centro, a lo largo de casi un kilómetro y medio, frente a los edificios góticos de piedra del Parlamento y de las oficinas gubernamentales, que parecen haber sido arrebatados de Inglaterra- y colocados en el Nuevo Mundo.

Entre ellos deambulan multitudes de manifestantes, muchos de ellos con banderas canadienses a modo de capa o portándolas en palos de hockey y remos. En los campamentos improvisados hay tiendas de campaña y mesas cargadas de aperitivos, café, guantes y tapones para los oídos. Las parrillas chisporrotean con perritos calientes. La plataforma de un remolque con una grúa acoplada se ha convertido en un escenario, con cuatro altavoces instalados sobre él, que hacen sonar la clásica canción disco de Sister Sledge, “We Are Family”. La gente baila en el cruce adyacente.

“Esta no es mi ciudad”, dice Ellie Charters, de 45 años, cruzando la calle ante una fila de cabinas de tractor, hombro con hombro, con sus parrillas metálicas engalanadas con banderas, carteles hechos a mano y juguetes de peluche. La Sra. Charters, residente local, calificó la escena de la fiesta como una “manifestación” de los motivos más oscuros de la protesta.

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