En la avalancha de dimisiones y escasez que está redefiniendo los lugares de trabajo en Estados Unidos estos dos últimos años, nada ha tenido tantas consecuencias como los cambios en la enfermería.
La enfermería siempre ha sido, como dijo el director de un hospital, una “profesión de desgaste”. El trabajo es duro. Es físico y emocional.
Pero cuando llegó la pandemia, la escasez no hizo más que aumentar, llevando a los hospitales al límite. A medida que el virus se extendía, la demanda de enfermeras llegaba de todos los rincones.
El New York Times Magazine, en su número “El futuro del trabajo”, exploró los dramáticos cambios que se están produciendo en el sector de la enfermería, que está ligado a todo, desde la forma en que dirigimos nuestros hospitales, hasta la manera en que valoramos el trabajo de cuidar a los demás, pasando por nuestra comprensión de la salud pública y la medicina.
El sistema sanitario necesitará cientos de miles de enfermeras más para recuperarse. Pero el número de enfermeras con las habilidades y la voluntad de soportar las rutinas castigadoras de la enfermería de cuidados intensivos está disminuyendo. En una encuesta realizada el año pasado entre enfermeras de cuidados intensivos, el 66% de los encuestados dijo que estaba considerando la posibilidad de jubilarse anticipadamente, y aunque cada año se licencian unas 153,000 nuevas enfermeras, según la demanda prevista estas no serán suficientes.