Un casi desconocido profeta de nuestro tiempo es Michael Young, cuyo libro “The Rise of the Meritocracy”, acuñó el término y predijo el infeliz destino de la meritocracia: no el gobierno sereno de los merecedores y talentosos, sino una sociedad en la que una clase dirigente seleccionada por su inteligencia, pero definida por su arrogancia e indiferencia, se enfrenta a un populismo en ebullición.

Este año le tocó a Canadá vivir el escenario de Young. A un lado de las protestas está Justin Trudeau, un símbolo de la meritocracia y detrás de él un establecimiento canadiense, que ha seguido más de cerca los consejos de salud pública sobre Covid que los Estados Unidos, imponiendo restricciones más estrictas.

Por otro lado están los camioneros y sus aliados: Una mezcla de fuerzas organizados en parte por derechistas pero que incluyen todo tipo de personajes e ideas, definidos por un cansancio con las restricciones de la pandemia y una fuerte conexión con la parte física de la economía, la parte que se basa en la fuerza.

Las protestas de los camioneros han agudizado una división entre “virtuales” y “prácticos”, es decir, las personas cuya vida profesional se desarrolla cada vez más en el ámbito de lo “digital y lo abstracto”, y las que trabajan en la “realidad física mundana” de la que todavía depende la sociedad virtual.