Ese no era el servicio que muchos de ellos imaginaban cuando se alistaron en la Guardia Nacional. Pero aquí estaban, haciendo el trabajo poco glamuroso pero esencial de un hospital inundado de covid-19.

Otros miembros de la Guardia limpiaban las escaleras, llevaban a los pacientes de una habitación a otra y llevaban a toda prisa las muestras de análisis al laboratorio.

Desde hace casi dos años, la Guardia Nacional ha estado en primera línea de una crisis continua luchando contra el covid-19 y sus secuelas: rastreando contactos, atendiendo sitios de prueba, respondiendo a las líneas telefónicas de emergencia, vacunando a millones de estadounidenses y ahora tratando de llenar los vacíos en los centros de salud.

Hay pocos límites a lo que pueden hacer, y sus funciones se han ampliado a medida que la pandemia reconfigura lo que significa proteger la seguridad nacional. La última oleada de asignaciones de la Guardia muestra cómo la variante Ómicron golpeó a partes cruciales de la fuerza de trabajo de Estados Unidos, con empleados dejando sus trabajos en masa.