Cuando los gobiernos occidentales anunciaron su intención de congelar los activos pertenecientes al Presidente de Rusia, Vladimir V. Putin, como castigo por invadir Ucrania, no había ningún indicio de que conocieran las posesiones significativas que pudieran estar vinculadas a él.

A pesar de años de especulaciones y rumores, el alcance de su riqueza sigue siendo opaco, incluso cuando miles de millones de dólares se han deslizado a través de las cuentas de sus amigos cercanos y las propiedades de lujo se han conectado a los miembros de su familia.

Oficialmente, el Sr. Putin gana unos 140,000 dólares al año y posee un pequeño apartamento, según sus declaraciones financieras públicas.

Pero eso no explicaría el “Palacio de Putin”, una vasta finca en el Mar Negro cuyo coste se estima en más de 1,000 millones de dólares. Las revelaciones tampoco darían cuenta del “Yate de Putin”, una embarcación de lujo de 100 millones de dólares vinculada a él desde hace tiempo. (El yate Graceful, fue rastreado saliendo de Alemania con destino a Rusia pocas semanas antes de la invasión de Ucrania).

También está el apartamento de 4.1 millones de dólares en Mónaco, comprado a través de una empresa offshore por una mujer que, según se dice, es la amante del Sr. Putin.

El problema para Estados Unidos y sus aliados es que ninguno de estos activos puede relacionarse directamente con el presidente ruso.