Ciego desde muy joven, Juan Gabriel Soto está desarrollando una habilidad excepcional: identificar aves por su canto en la selva colombiana.
Junto con seis compañeros con discapacidad visual, Soto utiliza una cuerda para guiarse por un “sendero de avistamiento” de 400 metros en una zona rural de Cali, la tercera ciudad de Colombia.
Una guía de audio le ayuda a reconocer los sonidos de las aves que se cruzan en su camino.
Soto ha realizado el recorrido tres veces. La primera vez no identificó ningún pájaro, pero con el tiempo ha ido agudizando el oído y aprendiendo a distinguir entre los cantos del colibrí, el gallo de la peña y el gavilán.
Estas “rutas sonoras” son una iniciativa pionera en Colombia, donde cuentan con más de 1,900 especies registradas, que lo convierten en el país con mayor diversidad de aves del mundo.
Las experiencias sensoriales de observación de aves permiten a las personas con discapacidades visuales disfrutar de esta variada fauna, y todo ello por sólo ocho euros.
En el sendero, los visitantes avanzan con bastones mientras las aves exóticas son atraídas por pequeños platos de comida.
Según la Asociación Río Cali -la ONG que está detrás del proyecto- hay más de diez senderos como éste en las afueras de la ciudad.