Cinco años después de que una noche calamitosa le costara a los hombres de Estados Unidos un puesto en el Mundial, una nueva generación saltó al campo en Costa Rica y se adjudicó un puesto en el torneo.
No eran exactamente las vacaciones de primavera, pero la selección masculina de fútbol de Estados Unidos viajó a Costa Rica esta semana con todo el estrés y la carga psicológica de los estudiantes de último curso de la universidad.
El trabajo más duro, después de todo, había terminado. Todo lo que se exigía a los jugadores en el último partido de la competición de clasificación para el Mundial era lo mínimo: Con sólo evitar una derrota por seis goles en su partido del miércoles en Costa Rica -una desventaja que no habían registrado en un partido de competición en 65 años- conseguirían un billete para el Mundial de este año en Qatar.
Sin embargo, hace cinco años, viajaron a Trinidad en circunstancias igualmente soleadas y, tras una confluencia de acontecimientos improbables, no se clasificaron para el Mundial de 2018. Ese fiasco ha perseguido al equipo todos los días desde entonces.
El miércoles por la noche llegó la redención. En el decimocuarto y último partido de su campaña de clasificación, ante un animado público que agotó las entradas en San José, Estados Unidos perdió por 2-0 ante Costa Rica, lo que fue más que suficiente para conseguir una plaza en el Mundial de 2022.