La contaminación ha acabado con las hierbas marinas de las que se alimentan los manatíes, que mueren de hambre en gran número. Una intervención extraordinaria podría no ser suficiente para protegerlos.

Al principio, los manatíes se mantuvieron alejados de la lechuga romana.

Se trataba de un experimento extraordinario: los humanos arrojando verduras de hoja verde para alimentar a los queridos manatíes de Florida en las cálidas aguas de la Laguna del Río Indio, donde décadas de contaminación han destruido su delicada dieta de hierbas marinas.

Finalmente, un par de audaces manatíes se acercaron. Con sus labios prensiles -están emparentados con los elefantes- cogieron la lechuga y la mordisquearon. Siguieron más. En los días más fríos, acudieron cientos de ellos y, durante los tres meses que duró la alimentación, los hambrientos mamíferos se comieron hasta el último trozo de las 202,000 libras de lechuga lanzadas desde arriba.

Los floridanos aprecian a los manatíes, pero la gente no ha cuidado el entorno de los animales, poniendo en peligro la supervivencia de la especie. Ahora, cuando los manatíes están desapareciendo en gran número, los humanos están probando medidas de rescate de crisis en intentos desesperados por mantenerlos con vida.

Puede que no sea suficiente. El emblemático manatí sigue teniendo problemas, y con él, una parte de la identidad de Florida.