El calculado movimiento del presidente Vladimir V. Putin para probar un nuevo misil balístico intercontinental, declarando que era una advertencia para aquellos en Occidente que “tratan de amenazar a nuestro país”, alimentó una creciente preocupación dentro de la administración Biden: que Rusia está ahora tan aislada del resto del mundo que el Sr. Putin ve poco inconveniente en generar acciones provocativas.

Incluso antes del lanzamiento del misil, los funcionarios estadounidenses y los líderes extranjeros estaban sopesando si su éxito en el aislamiento de Rusia de gran parte de la economía mundial, convirtiéndola en un paria diplomático, podría alimentar aún más la voluntad del Sr. Putin de afirmar la fuerza de su país.

El primer lanzamiento del misil Sarmat con capacidad nuclear fue sólo el último ejemplo de cómo ha tratado de recordar al mundo sus capacidades -en el espacio, en el ciberespacio y a lo largo de la costa de Europa- a pesar de los reveses sobre el terreno en Ucrania.