Tras dos años de celebraciones vía Zoom y comidas socialmente distanciadas, los musulmanes pueden volver a celebrar juntos.
Faltaban 20 minutos para la puesta de sol Imran Shah aún tenía 70 alas de pollo que freír, sandía que cortar y una sartén de hierro fundido con macarrones y queso que poner en la mesa.
Su mujer, Rohma Sahibzada, dispuso pasteles de hojaldre rellenos de pollo junto a un queso de hierbas con ajo horneado en una corteza de pastel. A continuación, sirvió filas de su aperitivo estrella: wontons de pollo al búfalo.
“El Ramadán es una época del año muy especial”, dijo Shah. “Solemos decir que nos pasamos la mitad del año esperándolo y la otra mitad del año tristes porque se ha ido”. Eso es aún más cierto este año, ya que algunas familias y amigos se reúnen en persona por primera vez desde el comienzo de la pandemia de coronavirus.
Shah y Sahibzada, ambos de 31 años, sintieron esa alegría. Por fin, después de dos años de celebraciones fragmentadas e incoherentes, estaban pasando el Ramadán como debe ser: en comunidad.
“Es una sensación increíble”, dice Shah. Era un evento que organizaba todos los años hasta que la pandemia interrumpió la rutina. “El Ramadán es comunitario, y esta idea de comunidad está muy, muy arraigada en nuestra fe”, añadió.