Los legisladores republicanos temen que enfrentarse a Trump, o incluso decir en público lo que realmente sienten por él, equivale a firmar su sentencia de muerte política.
Sólo ha habido algunas excepciones. Liz Cheney, miembro de la Cámara de Representantes de Wyoming; Mitt Romney, senador que representa a Utah; y Larry Hogan, gobernador de Maryland.
Los tres tienen algo en común: crecieron en torno a la política, como hijos de funcionarios conocidos a nivel nacional.
El padre de Liz Cheney, Dick, culminó su carrera política con el cargo de vicepresidente, y su madre, Lynne, fue una destacada presidenta de la Fundación Nacional para las Humanidades. El padre de Mitt Romney, George, fue candidato presidencial, secretario del gabinete y gobernador de Michigan. El padre de Larry Hogan, Lawrence, fue el único republicano del Comité Judicial de la Cámara de Representantes que votó a favor de cada artículo de impugnación contra Richard Nixon.
Juntos, los tres conforman una especie de conciencia en la sombra del partido.
Aparte de su postura sobre Trump, los tres tienen muchas diferencias. Provienen de generaciones políticas distintas: Romney, que tiene 75 años, se ha presentado a la presidencia en dos ocasiones, mientras que Hogan, de 65 años, y Cheney, de 55, no ocuparon cargos electos hasta la pasada década. También tienen ideologías diferentes. Cheney es profundamente conservador en la mayoría de las cuestiones políticas, mientras que Hogan es un moderado, y Romney está en algún punto intermedio.