Rusia adoptó nuevas medidas para prepararse para una escalada de la lucha con Occidente por la guerra en Ucrania, pasando a ampliar el reclutamiento militar a ciudadanos mayores y cortando el suministro de gas a Finlandia en aparente represalia por la solicitud de su vecino nórdico de ingresar en la alianza de la OTAN.
Ambos acontecimientos reflejan la creciente presión sobre Rusia a causa de su invasión de Ucrania, que ha evolucionado hasta convertirse en una especie de estancamiento que ha mermado seriamente las capacidades bélicas convencionales del Kremlin, incluso cuando Rusia ha conseguido algunos avances.
El conflicto también ha hecho que Rusia sea cada vez más vulnerable desde el punto de vista económico y ha estimulado la oposición occidental de un modo que el presidente Vladimir V. Putin había intentado evitar.
Tanto Suecia como Finlandia, que comparten fronteras terrestres y marítimas con Rusia, rompieron con sus antiguas políticas de neutralidad y solicitaron su ingreso en la OTAN la semana pasada, un voto de confianza en la unidad de una alianza que se ha visto cimentada por el conflicto.