Se suponía que iba a durar sólo nueve días, pero duró 65 días. La ciudad quedó paralizada y sus habitantes marcados.
Ahora las restricciones se están reduciendo con la misma rapidez con la que se impusieron. No hay un proceso gradual de varias semanas. En su lugar, hay un gran golpe: un día en el que la mayoría de las normas y reglamentos de emergencia se levantan sin más.
El alivio es inmenso: para las familias que han vivido juntas detrás de una puerta cerrada durante más de dos meses; para los trabajadores que han vivido en tiendas de campaña dentro de las fábricas donde han seguido trabajando; para los propietarios de tiendas y restaurantes cuyo sustento se paralizó; para los miles de personas que se vieron obligadas a abandonar sus hogares y fueron enviadas a centros de cuarentena; y para los casi 25 millones de personas que viven en Shanghai.