En el pasado otoño más de 130 países firmaron un acuerdo para eliminar los paraísos fiscales del mundo y promulgar un impuesto mínimo global. El acuerdo se diseñó para aumentar sustancialmente los impuestos de muchas grandes empresas y poner fin a una lucha internacional sobre cómo tributan las empresas tecnológicas. Sus artífices afirmaron que pondría fin a la “tendencia a la baja” mundial de las tasas impositivas de las empresas.
Pero los legisladores, tanto en Estados Unidos como en Europa, se esfuerzan ahora por aprobar las leyes necesarias para cumplir las promesas incluidas en el acuerdo.
En Estados Unidos, el principal problema es que los demócratas del Senado no pueden ponerse de acuerdo sobre las propuestas de gasto -en energía, precios de los medicamentos y otros temas- que acompañarían a los cambios fiscales.