En todos los sectores, cada vez hay más empleados que son objeto de seguimiento, registro y clasificación.
Hace unos años, Carol Kraemer, aceptó un nuevo trabajo como vicepresidente senior, con una remuneración excelente de 200 dólares la hora.
Pero sus primeras nóminas le parecieron escasas. Su nuevo empleador, que utilizaba un software de supervisión de sus trabajadores a distancia, sólo les pagaba los minutos en los que el sistema detectaba trabajo activo. Peor aún, la Sra. Kraemer se dio cuenta de que el software no se acercaba a captar su trabajo fuera de línea -hacer problemas matemáticos en papel, leer impresiones, pensar- no se registraba y requería aprobación como “tiempo manual”.
Desde los inicios de las oficinas modernas, los trabajadores han orquestado sus acciones mirando el reloj. Ahora, cada vez más, el reloj les vigila a ellos.