Los miembros del Congreso tienen acceso a información privilegiada que los estadounidenses de a pie no tienen. Se reúnen con los jefes ejecutivos, leen informes de inteligencia clasificados y ayudan a establecer las reglas por las que funciona la economía.
Ese nivel de conocimiento puede darles una ventaja si ellos o sus familias quieren invertir en el mercado de valores – y muchos de ellos lo hacen: casi uno de cada cinco miembros del Congreso, de ambos partidos, han comprado en los últimos años acciones que se cruzaban con su trabajo en el comité del Congreso.
Esas operaciones exacerban la sensación de muchos votantes de que los políticos ponen sus propios intereses por encima de los del público o del país.