Entre los grandes cambios introducidos por la pandemia se encuentra una revolución silenciosa en la política de bienestar social estadounidense.
La versión ampliada del crédito fiscal para hijos donde el presidente Biden proporcionó a los padres de la mayoría de los niños estadounidenses cheques mensuales de 250 o 300 dólares por hijo.
Para millones de personas el dinero fue una bendición. Los estudios muestran que redujo significativamente la vergonzosa tasa de pobreza infantil del país.
Era una especie de renta básica casi universal: Alrededor del 90% de los niños estadounidenses tenían derecho a recibir pagos en el marco del programa, y en su punto alto, al menos 61 millones de niños recibieron la prestación.