En 2001, con sólo 21 años, Holly Madison se convirtió en una de las estrellas del reality show “Girls Next Door”, una serie de telerrealidad que narraba la vida cotidiana de las tres parejas principales del fundador de Playboy, Hugh Hefner, de 75 años, que había amasado una fortuna de casi 43 millones de dólares.
Pero tras la muerte del empresario, salió a la luz el documental “Playboy Secrets”, que revelaba desgarradores detalles de sus relaciones no consentidas, incluyendo abusos y maltratos dentro del imperio del sexo, y desde entonces las ex novias han revelado todo tipo de información, desde manipulaciones hasta crímenes y suicidios.
La revelación más reciente se produjo en el podcast Girl Next Level, que se puso en marcha tras el estallido de las acusaciones en el documental. En declaraciones a Bridget Marquardt (ex Bachelorette), Holly Madison dijo que Hefner estaba obsesionado con usar aceite de bebé en lugar de lubricante durante el sexo.
En la grabación de audio, la ex pareja del empresario reveló: “Hef quería usar aceite de bebé como lubricante. No lo recomiendo porque puede causar infecciones. Es asqueroso. No sé cuál era su problema”, dijo la personalidad de la televisión estadounidense.
Madison describió los problemas que le causaba la práctica y afirmó que el producto la irritaba. “Recuerdo que hablé con el ginecólogo al respecto y luego le dije a Hef que no podía seguir usándolo”. Hefner replicó bruscamente que “la gente usa aceite de bebé”, a lo que ella respondió: “Sí, en la piel. No internamente. Se supone que no debes usarla allí”.
Aunque ella le advirtió de los riesgos, el magnate se aplicó el aceite durante sus encuentros íntimos sin su consentimiento. “Llegué al punto de negarme a usarlo, pero luego otras personas me dijeron que se lo aplicaba en la mano en el dormitorio y luego a mí cuando estaba de espaldas y no sabía que lo estaba haciendo. Fue muy desagradable”, dijo.
La pareja permaneció junta durante unos siete años, hasta 2008, y como Holly ha descrito en varias ocasiones, la relación se basaba en el “síndrome de Estocolmo”, una condición psicológica en la que la víctima desarrolla una relación de complicidad y comienza a sentir sentimientos de identificación, simpatía y empatía por su torturador.