La infancia es una etapa decisiva y por lo tanto debemos estar pendientes de cómo reaccionan nuestros niños y qué tanto les cuesta controlar sus emociones y mal carácter ya que estos a largo plazo pueden convertirse en un problema.

Sin embargo, para sorpresa de muchos este comportamiento denota un pensamiento objetivo y una gran inteligencia.

Según Joseph Forgas, profesor de psicología y experto en emociones quien realizó este estudio que consitió en una serie de experimentos en los que se le pedía a los participantes que vieran algunas películas las cuales evocaban diferentes emociones y que recordaran eventos positivos y negativos de sus vidas. Luego, eran sometidos a una serie de pruebas en las que tenían que ofrecer detalles como testigos oculares de determinados hechos o brindar su opinión acerca de la veracidad de algunos mitos urbanos.

Los resultados: cuando los participantes estaban enfadados cometían menos errores, se mantenían más atentos, mostraban un pensamiento más reflexivo y desarrollaban una mayor capacidad para fijar los hechos. Asimismo, quienes tomaban mejores decisiones, eran más incrédulos y afrontaban las situaciones complicadas de forma más asertiva, eran quienes se enfadaban más.

Este experimento demostró que el mal humor desarrolla la habilidad para tomar decisiones con mayor objetividad y juzgar a los demás sin prejuicios, estimula la memoria y potencia el procesamiento de la información y la capacidad de análisis, a la vez que desarrolla la habilidad para tomar decisiones con mayor objetividad y juzgar a los demás sin prejuicios.