Entonces, ¿deberíamos dejar que los niños hagan lo que quieran? Absolutamente no. Los niños necesitan orientación y dirección. Necesitan que se les enseñe lo que está bien y lo que está mal, pero no necesitan que los lastimen en el proceso. Castigo y disciplina se han utilizado con demasiada frecuencia como términos intercambiables, pero en realidad son polos opuestos
Pero, ¿por qué no funciona el castigo?
* Cuando castigamos a un niño, se enfoca en lo que le está pasando en lugar de en lo que hizo mal en primer lugar. Se vuelven más egoístas y no desarrollan empatía por los demás.
* El castigo en realidad alienta a los niños a mentir y evitar el castigo en lugar de evitar el comportamiento que está tratando de detener.
El castigo hace que el niño se sienta mal por sí mismo y no por lo que hizo. Si un niño se ve a sí mismo como una persona “mala”, tiene sentido que haga cosas “malas”.
* Los niños no aprenden a asumir la responsabilidad de su propio comportamiento. Tienden a ver que su comportamiento es impulsado por otra persona. Tienden a culpar a los demás por lo que hicieron y ven que necesitan a los padres para controlar el comportamiento.