Una empresa anunciaba los nombres y direcciones de personas con depresión, ansiedad, estrés postraumático o trastorno bipolar. Otra vendía una base de datos con miles de historiales de salud mental agregados, a partir de 275 dólares por cada 1,000 “contactos de dolencias”.
Durante años, los corredores de datos han operado en un controvertido rincón de la economía de Internet, recopilando y revendiendo la información personal de los estadounidenses.
Pero el auge de la telemedicina y las aplicaciones terapéuticas ha alimentado una línea de productos aún más polémica: los datos de salud mental de los estadounidenses. Y su venta es perfectamente legal en Estados Unidos, incluso sin el conocimiento o consentimiento de la persona.
La Ley de Portabilidad y Responsabilidad del Seguro Médico, conocida como HIPAA, restringe la forma en que hospitales, consultas médicas y otras “entidades sanitarias cubiertas” comparten los datos de salud de los estadounidenses.
Pero la ley no protege la misma información cuando se envía a cualquier otro lugar, lo que permite a los fabricantes de aplicaciones y otras empresas compartir o vender legalmente los datos.