La guerra de Ucrania ha transformado Europa más profundamente que ningún otro acontecimiento desde el final de la Guerra Fría en 1989. La mentalidad pacifista, más aguda en Alemania, ha dado paso a la conciencia de que el poder militar es necesario para alcanzar objetivos estratégicos y de seguridad. Un continente en piloto automático, se ha movilizado en un inmenso esfuerzo por salvar la libertad en Ucrania.

En conjunto, los Estados europeos, como parte de la Unión o individualmente, han prometido más de 50,000 millones de dólares en diversas formas de ayuda a Kiev, han impuesto 10 rondas de sanciones, han absorbido a más de ocho millones de refugiados ucranianos (casi la población de Austria) y se han desprendido en gran medida del petróleo y el gas rusos en un cambio radical bajo una aguda presión inflacionista.