Los tiempos han cambiado y la forma de corregir a los hijos también. Anteriormente se usaba que los padres castigaran a sus hijos con la correa, la chancla o con otro objeto que causara dolor físico.

Hoy en día, los padres tratan de usar otros métodos menos agresivos y se esfuerzan por educar con amor y mucha paciencia.

Aunque en el mundo existen adultos que no logran ser muy buenos padres y su paciencia es bastante limitada, también hay niños que, aunque sus padres traten de corregirlos de la manera más pacífica posible, son niños muy difíciles de tratar y la paciencia de sus padres no da para más, llevándolos a recurrir a métodos de castigo físico.

Algunos padres dicen que el castigo con correa o chancla no les ha causado ningún trauma, lo que no justifica el maltrato físico ni emocional. Sin embargo, cuando los hijos no entienden con palabras ni con argumentos válidos, la paciencia de los padres se puede agotar y ceden ante las demandas de sus hijos. A partir de ese momento los niños serán quienes mandan. Eso es algo que no se puede permitir, ya que los niños deben entender que la autoridad en casa la tienen los padres y no los niños.

La gran responsabilidad de los padres es educar a sus hijos de la mejor manera posible para que cuando crezcan sean personas de bien, con valores y que se sientan plenos y realizados.