Durante las dos últimas décadas, las empresas tecnológicas y los responsables políticos advirtieron de la existencia de una “brecha digital” en la que los niños pobres podrían quedar rezagados con respecto a los más acomodados sin un acceso igualitario a la tecnología. Hoy en día, con el acceso generalizado a Internet y la posesión de teléfonos inteligentes, la brecha se ha reducido drásticamente.
Pero ha aparecido una división diferente: En todo el país, los niños y adolescentes pobres participan mucho menos en deportes y actividades físicas que los jóvenes más acomodados. Es la brecha física.
Los datos revelan una brecha significativa en la participación deportiva según el nivel de ingresos. Un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades reveló que el 70% de los niños de familias con ingresos superiores a los 105,000 dólares -cuatro veces el umbral de pobreza- participaron en actividades deportivas en 2020. Pero la participación rondaba el 51 por ciento en el caso de las familias con un nivel de ingresos medio, y solo el 31 por ciento en el caso de las familias situadas en el umbral de la pobreza o por debajo de él.