El Vicepresidente Mike Pence estuvo entre docenas de políticos y dignatarios de alto perfil en un evento en la Casa Blanca cuando el Presidente Donald Trump anunció a Amy Coney Barrett como su elección para suceder a la fallecida jueza Ruth Bader Ginsburg en la corte suprema de la nación.
Al menos ocho personas que asistieron al evento, incluyendo al presidente, han dado positivo en el test de coronavirus. Pocos de los asistentes llevaban cubiertas sus caras.
El evento de la Rosaleda, combinado con fotos recién publicadas de la Casa Blanca, pintan un retrato de un ocupado jefe ejecutivo y su número 2 llevando a cabo negocios sin tomar las precauciones básicas para limitar la propagación del virus.
¿El resultado? Una aparente actitud de laissez-faire hacia el nuevo coronavirus que ahora está planteando preocupaciones tanto de salud como de seguridad nacional, con Pence aumentando su programa de apariciones en la campaña mientras Trump permanece hospitalizado.
Los expertos se preguntan por qué alguien en la situación de Pence no está aislado para reducir tanto su riesgo de exposición como la vulnerabilidad de Trump en la Casa Blanca.
“Tenemos al presidente y a la primera dama enfermos y el país está en una situación vulnerable”, dijo el ex secretario de defensa Leon Panetta. “Tenemos que estar muy preparados para enfrentar la posibilidad de que un adversario busque aprovecharse.”
