Con la pérdida de popularidad de Trump, los legisladores republicanos pueden estar sopesando la posibilidad de abandonarlo para salvarse.

Algunos están sintiendo la presión. El senador Ted Cruz de Texas, que tiene la suerte de no presentarse a reelección este año, dijo lo que muchos colegas están pensando: Aunque Trump todavía tiene una oportunidad, los republicanos se enfrentan a un potencial “baño de sangre” si los votantes están enfadados y deprimidos cuando emitan sus votos. La senadora de Arizona Martha McSally, por ejemplo, se negó repetidamente a decir en un reciente debate si estaba orgullosa de apoyar a Trump. La senadora de Iowa Joni Ernst es otra republicana que apostó por que Trump la llevara a la victoria, pero ahora puede pagar un precio por su lealtad.

Hay una larga tradición de legisladores que se alejan de un comandante en jefe vulnerable al final de la campaña. Pero eso es mucho más fácil de decir que de hacer con Trump. El Presidente sigue siendo muy popular entre los votantes de base y ha convertido al Partido Republicano, de élite y pro libre comercio, en un vehículo nacionalista populista para culto a su personalidad.

Los senadores que le aparten recibirán algo más que un tweet enojado del Presidente; simplemente no pueden ganar sus escaños si el ejército de Trump no se presenta para apoyarlos. Por otro lado, mostrar lealtad a Trump podría encender la ira de cada votante que piensa que ha hecho a América peor.

Los legisladores republicanos deben esperar que la promesa del Presidente de una participación masiva de nuevos votantes blancos de clase trabajadora se materialice, llevándolos de vuelta a Washington. Pero si el tren Trump se descarrila, se llevará una gran parte de su partido con él.