El inicio del mitin del Presidente Trump estaba todavía a horas de distancia cuando se hizo evidente que su campaña no cumpliría su promesa.

En los días previos al evento del 30 de septiembre en Duluth, Minnesota, los funcionarios locales habían presionado en privado a la campaña para que cumpliera con las directrices estatales de salud pública destinadas a frenar la propagación del nuevo coronavirus. En respuesta, la campaña firmó un acuerdo en el que se comprometía a seguir esas normas, limitando la asistencia a 250 personas.

Sin embargo, el día del mitin, los partidarios de Trump inundaron la pista del aeropuerto internacional de Duluth. Estuvieron hombro a hombro, muchos sin máscaras.

“Se nos ha notificado que el límite de 250 personas ha sido excedido”, un representante del aeropuerto envió un correo electrónico a un oficial de campaña al final de la tarde. “Este correo electrónico sirve como notificación de una violación de contrato y le pedimos que remedie la situación.”

La advertencia no fue escuchada – y no fue respondida.

Celebrada dos días antes de que Trump fuera diagnosticado con covid-19, el mitin contó con la participación de más de 2,500 personas, según estimaron los funcionarios del aeropuerto.

El evento de Duluth muestra el dilema al que se enfrentan los funcionarios locales cuando Trump recurre a sus mítines de firma en las últimas semanas de su campaña: Pueden hacer cumplir las directrices locales destinadas a proteger al público, y arriesgarse a antagonizar la campaña y sus partidarios, o pueden mirar hacia otro lado mientras la campaña celebra reuniones masivas en un momento en que los casos de coronavirus están aumentando en muchos estados.