Después de ganar unas elecciones históricas, Joe Biden se está moviendo hacia un comienzo rápido.
Cuando el presidente electo subió al escenario el sábado por la noche para pronunciar un discurso de victoria en el Chase Center cerca de su casa en Delaware, incluso su juego de piernas parecía subrayar la urgencia que se avecinaba. Emitió una súplica de unidad, ignorando las complicaciones de la desafiante promesa del presidente Trump de tratar de anular los resultados.
En 72 días, esa catástrofe, junto con todas las demás, será responsabilidad de Joseph Robinette Biden Jr.
Ha pasado casi un siglo, cuando Franklin Roosevelt asumió el cargo durante la Gran Depresión, desde que tan formidables desafíos ha enfrentado un nuevo presidente: controlar COVID-19, una misión que implicará mandatos controvertidos y decisiones difíciles. Y curar la amarga división política de la nación en un momento en que el presidente saliente, los líderes del partido de la oposición y millones de sus votantes no parecen dispuestos a abrazar esa idea.