Cuando el recién elegido presidente francés Emmanuel Macron marchó triunfalmente por el patio del Palacio del Louvre en medio de un mar de banderas tricolores en 2017, prometió iniciar un nuevo capítulo en la historia del país. “Quiero que sea el de la esperanza y la confianza renovadas”, declaró.
Macron había hecho campaña con el lema “ni a la izquierda ni a la derecha”. Pero ahora parece estar tambaleándose en la última dirección. Dos proyectos de ley controvertidos y una retórica cada vez más incendiaria del Ministerio del Interior son prueba de ello.
Con la elección presidencial a sólo 17 meses, el joven de 42 años corre el riesgo de perder el apoyo de muchos de los votantes de izquierda que le ayudaron a ganar el cargo en primer lugar.
En los últimos tres años, 43 diputados han renunciado o han sido expulsados del partido de Macron, La République en Marche (LREM), creado en 2016. Algunos de ellos han sido expertos procedentes de la sociedad civil que han entrado en el parlamento deseosos de remodelar el trillado molde de la política de partidos tradicional. Algunos se sentían alienados por la línea cada vez más conservadora del gobierno.
Ahora, con el incipiente partido de Macron ya dividido y la controversia que rodea su propuesta de legislación, la pregunta es cuánto más a la derecha está dispuesto o pueda ir para seguir gobernando.