El asalto sin hechos del presidente Donald Trump a las elecciones de 2020, que continuará incluso después de que el Colegio Electoral afirmara el lunes que perdió y que el presidente electo Joe Biden si ganó legalmente, ha sido terrible en una variedad de formas para la democracia estadounidense.
Ha socavado la confianza en nuestras elecciones libres y justas. Ha dividido aún más al país a lo largo de las líneas políticas. Ha puesto en peligro a los funcionarios electorales por hacer su trabajo. Ha amenazado la largamente acariciada transición pacífica del poder.
A pesar de todo lo malo, hay algo bueno que ha salido de los continuos intentos de Trump de anular unas elecciones que perdió claramente: La persona promedio está siguiendo las formas usualmente mundanas en las que la elección es certificada y confirmada mucho más de cerca que en cualquier momento en el pasado – elevando, al menos por el momento, nuestra alfabetización cívica colectiva.
Y, debido a que cada acción – en la política y en la vida – tiende a tener una reacción igual y opuesta, hemos visto a la persona promedio involucrarse masivamente en cómo funciona nuestra democracia. Al atacar nuestros sistemas democráticos, Trump ha hecho que la gente se dé cuenta de lo que está en juego – y por qué el conocimiento es poder.
Ahora sabemos más acerca de cómo elegimos a nuestros representantes – y las formas en que confirmamos y formalizamos ese voto. Y por eso tenemos que agradecer a Donald Trump y sus implacables ataques a nuestra democracia.