Si la Cámara de Representantes destituye al Presidente Trump esta semana, no tendrá casi ningún efecto en el tiempo que permanezca en el cargo.

Pero el debate de la impugnación sigue siendo muy importante. El Senado tiene el poder tanto de remover a Trump de su cargo como de evitar que lo ocupe en el futuro.

Y descalificar a Trump de ocupar el cargo de nuevo podría alterar el futuro de la política americana.

Vale la pena detenerse un momento para reflexionar sobre lo radical que es la figura de Trump. Rechaza los fundamentos básicos del gobierno americano que otros presidentes, de ambos partidos, han aceptado durante décadas.

Ha tratado de revertir un resultado electoral y permanecer en el poder persuadiendo a los funcionarios locales para que cometan fraude. Incitó a una turba que atacó el Capitolio – y mató a un oficial de policía – mientras el Congreso se reunía para certificar el resultado. Después, Trump elogió a los alborotadores.

Este comportamiento fue consistente con toda la presidencia de Trump. Anteriormente rechazó la legitimidad de los resultados de las elecciones y animó a sus partidarios a cometer actos de violencia. Ha tratado de socavar la confianza de los estadounidenses en el FBI, la CIA, el ejército, los fiscales del Departamento de Justicia, los jueces federales, la Oficina Presupuestaria del Congreso, los científicos del gobierno, los funcionarios de salud del gobierno y más. Ha utilizado abiertamente la presidencia para enriquecer a su familia.

En los términos más sencillos, Trump parece creer que un presidente debe ser capaz de hacer lo que quiera. No parece creer en el sistema de gobierno que la Constitución prescribe, una república democrática.

Sin embargo, hay una gran posibilidad de que pueda ganar la presidencia de nuevo, en 2024. Sigue siendo popular entre muchos votantes republicanos, y el Colegio Electoral actualmente da una gran ventaja a los republicanos. Si no es descalificado para un futuro cargo, Trump podría dominar el Partido Republicano y dar forma a la política estadounidense durante los próximos cuatro años.

Si es descalificado, es imposible saber lo que sucedería, pero esto está claro: una figura singularmente popular que rechaza los principios básicos de la democracia americana ya no sería elegible para dirigirla.