Donald Trump siguió al pie de la letra el manual de cómo ser un demagogo del senador Joseph McCarthy, a lo largo de su impactante ascenso al poder y su tormentosa presidencia de cuatro años.

Ahora, con el Senado preparado para iniciar su segundo juicio de destitución, Trump debería tomar una lección más de McCarthy. El senador rojista prometió seguir luchando después de que la clase política lo rechazara en 1954 -y sus millones de partidarios estaban listos para reunirse de nuevo- pero, en cambio, el aparentemente desvergonzado republicano de Wisconsin se retiró en silencio de una manera que ayudó a la nación a sanar.

La deuda de Trump con “Low Blow” Joe fue evidente desde el primer momento. En lugar de soluciones, el ex presidente, al igual que el senador, señaló con el dedo.

¿Existe la posibilidad de que Trump también se desvanezca? Parece inconcebible, pero también lo fue para McCarthy, que también codiciaba los focos y siguió inspirando a decenas de millones de verdaderos creyentes.

Lo que está claro es que el ex presidente ya ha llevado las cosas varios pasos más allá de lo que nunca hizo el senador. McCarthy luchó dura y suciamente para ganar cargos para él y sus aliados, pero cuando alguno de ellos perdió, aceptó los resultados. Y aunque se deleitaba en irritar a sus inquebrantables discípulos, no llegó a incitar a la insurrección.

Si el ex presidente sigue su curso, hay un resultado que parece seguro: desplazará a McCarthy como el arquetipo de demagogo de Estados Unidos, y el macartismo será sustituido en el léxico estadounidense por una doctrina cada vez más inquietante: el trumpismo.