El alto funcionario sanitario miró a la cámara con los ojos muy abiertos. Tenía un mensaje para aquellos que no dejaban de festejar, que no llevaban mascarilla, que no se tomaban en serio el coronavirus.

“No tenemos camas en la UCI para su madre”, dijo el Secretario de Salud del Estado de Rondônia, Fernando Máximo. “No tenemos camas en la UCI para tu padre, tu tía, tu hijo, tu novia. No tenemos camas en la UCI para ti”.

En el extremo opuesto del país, a más de 1,000 millas de distancia, el Secretario de Salud del estado de Santa Catarina, André Motta, hizo una advertencia similar: “¡Estamos llegando a la capacidad!” Y en el noreste: “Nuestro sistema de salud alcanzará su capacidad y Brasil será un caos en dos semanas”, dijo el gobernador del estado de Bahía, Rui Costa.

Mientras que en gran parte del mundo se aplican restricciones y vacunas para tratar de domar el coronavirus, el brote de Brasil es peor que nunca. Las muertes han alcanzado un nuevo máximo, con una media de 1,208 al día durante la última semana. La ocupación de los hospitales públicos está llegando al máximo. Los sistemas sanitarios de más de la mitad de los 26 estados del país están al límite de su capacidad o casi. Y una variante altamente transmisora y potencialmente más peligrosa se está extendiendo por todo el país.