La bioenergética nace como una técnica psicoterapéutica y de ejercicios corporales, creada por el psiquiatra, Alexander Lowen. A través de esta técnica se puede entender la personalidad humana en términos del cuerpo y sus procesos energéticos.
Los procesos son la producción de energía a través de la respiración, el metabolismo y la descarga de energía básica en movimiento, que forman las funciones de la vida.
La Bionergética dice que el cuerpo y la mente son una unidad, ya que el cuerpo, la mente y las emociones son las expresiones de la totalidad que implica ser un humano.
El cuerpo se puede definir como el “envase” de nuestras sensaciones, sentimientos y emociones. Si este envase es rígido y contracturado será un buen contenedor, pero no podrá desplegar sus “dones” y acumulará “tensión”, que en determinado momento llegará a su tope.
Cuando el “envase” no es permeable, poroso o simplemente se destapa, lo que contiene tarde o temprano buscará la forma de salir.
Estas formas pueden llegar a ser extremas, resquebrajadas, rotas o colapsar.
Cuando se descuida la carga del contenedor y solo nos quedamos en la resistencia de los materiales (aspecto mental), nos hacemos más eficientes a costa de la flexibilidad, el cambio y la vitalidad. Esto conlleva a que nos quedemos en el mismo lugar, ya que desplazar la carga se hace difícil y nos cuesta brindarnos al otro o al mundo en general, degradando nuestros vínculos y generando sufrimiento.
El contacto con la emoción y la sensibilidad de la que nos protegemos, queda anulada por un cúmulo de creencias que se encuentran en los ideales culturales de rapidez y eficiencia.