El voto antisindical de la semana pasada por parte de la mayoría de los trabajadores de un almacén de Amazon en Alabama fue impulsado por factores tanto locales como universales. Pero demostró indiscutiblemente tanto el poderío político de un gigante online que se ha beneficiado generosamente durante la pandemia, como la complejidad de las relaciones industriales estadounidenses a las que se enfrenta el presidente Joe Biden, que espera remodelar la economía para hacer la vida de la clase trabajadora un poco más fácil.

En Alabama, el resultado siempre estuvo en duda. A pesar de las historias de condiciones laborales draconianas para algunos trabajadores, un empleo en Amazon puede ser un trabajo vital, especialmente desde que Covid-19 destruyó millones de puestos de trabajo y en un estado ya vaciado por la globalización. El salario mínimo de la empresa, de 15 dólares por hora, es el doble del salario mínimo de Alabama. Algunos trabajadores seguramente temían que la sindicalización impulsara a Amazon a levantarse.

Sin embargo, la votación de la semana pasada es solo una de las aristas de la cada vez más compleja danza entre Amazon y el gobierno estadounidense. Bezos y Biden están del mismo lado en la presión para aumentar el salario mínimo federal. Y el jefe de Amazon apoyó la semana pasada el llamamiento del Presidente para elevar el tipo del impuesto de sociedades al 28%. (Un cínico podría señalar, sin embargo, que una empresa gigantesca como Amazon también puede obtener una ventaja competitiva de ambos planes, lo que podría ser más doloroso para las empresas más pequeñas).

Todo esto se produce en el contexto de las crecientes peticiones de una aplicación más estricta de las leyes antimonopolio, e incluso de la disolución de gigantes tecnológicos como Amazon, cuyo tamaño y alcance les permite dominar los mercados de bienes en línea y en la vida real. Bezos sabe que el destino de Amazon puede decidirse en Washington.