En la piel tenemos los corpúsculos de Meissner, que reciben la señal del tacto y la transmiten al cerebro; además, los mecanorreceptores, de los que tenemos muchos en las manos y los labios, reciben los estímulos (presión, temperatura, etc) que luego es codificada en el cerebro y se capta como una caricia, cosquilla, abrazo, pellizco, etc.
Cuando una persona recibe un abrazo pasa lo siguiente:
- Segrega oxitocina y endorfinas que reducen el cortisol y la adrenalina (hormonas del estrés) y se siente más relajada.
- Libera serotonina y dopamina que ayuda a sentir calma y bienestar.
- Se activa el sistema límbico (regulación emocional) que contribuye a reforzar los vínculos afectivos.
- Nuestro desarrollo como seres humanos tiene mucho que ver con las expresiones de afecto:
- Para los niños, los abrazos y en general el contacto con la piel, potencian la sensación de sentir que tienen un adulto que los acompaña incondicionalmente, permitiendo la regulación emocional y la maduración cognitiva.
- Los abrazos contribuyen en los procesos de adquisición de lenguaje, motricidad, identidad y autoestima.
- Los adultos también se benefician con los abrazos. Varios estudios han mostrado que en las parejas en las que uno de los dos miembros no expresa su afecto por medio de abrazos y caricias son más propensas a las rupturas.