Nuestro país ha avanzado rápidamente hacia la inmunidad comunitaria contra el covid-19, pero el ritmo y el entusiasmo están disminuyendo desde que los estadounidenses estaban dispuestos a recorrer largas distancias y esperar durante horas para vacunarse. Nos estamos acercando rápidamente a un punto de inflexión en la oferta y la demanda de vacunas. Para terminar esta carrera y reabrir de forma segura, necesitamos urgentemente facilitar que los rezagados se vacunen y aplicar nuevas estrategias para animarles a hacerlo.
El anuncio del martes de nuevas orientaciones para los estadounidenses vacunados -en particular, que las personas vacunadas pueden ir sin máscaras al aire libre en la mayoría de las circunstancias- era necesario. Los científicos del comportamiento saben que la zanahoria suele funcionar mejor que el palo, especialmente cuando el palo no se aplica por igual a toda la población. El virus de la gripe A ha hecho estragos en la salud física y mental de los estadounidenses y en nuestra economía, aunque hace tiempo que está claro que la mayoría de los jóvenes sanos corren un riesgo muy bajo de sufrir complicaciones si contraen la enfermedad.
Por desgracia, sigue siendo más fácil rechazar una vacuna que recibirla. Los funcionarios federales tienen que trabajar urgentemente con los estados y las comunidades para poner las vacunas donde la gente trabaja, aprende, juega y reza. La mayoría de los rezagados no van a conducir hasta estadios lejanos para vacunarse, así que debemos involucrarnos de forma agresiva en aquellos lugares que la gente encuentra todos los días: lugares de trabajo, organizaciones religiosas e instalaciones educativas.